En un mundo donde más de 5000 millones de personas utilizan los bosques y sus recursos para subsistir, el valor de estos ecosistemas aumenta, pues son esenciales para acceder a alimentos y medios de vida. Este es el lema que la Organización de las Naciones Unidas eligió para conmemorar el Día Internacional de los Bosques en 2025: los bosques y los alimentos.
Mongabay Latam comparte experiencias de líderes comunitarios, ambientalistas y abogados en el aprovechamiento, conocimiento y defensa de estos ecosistemas que ayudan a entender el papel que tienen estos ecosistemas en la vida diaria de las personas, especialmente en comunidades que dependen de ellos.
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Chagraselva, aprovechar y cuidar el bosque amazónico
Uno de estos esfuerzos ocurre en la Amazonía colombiana, en la frontera con Perú y Brasil. Se trata de Chagraselva, un proyecto de agricultura sostenible para la subsistencia de grupos indígenas de la región, principalmente de los pueblos ticunas, yaguas y cocamas, que aprovechan estas áreas de cultivo –conocidas también como chagras– sin deforestar la selva.
“La idea es que las personas siembren los productos y después de cosechar, en ese mismo terreno, vayan reforestando árboles frutales y árboles que sirvan para la construcción, para las viviendas y muebles. Que las familias se empoderen de todo el sistema”, dice Abidjan Fernández Barrera, integrante del pueblo ticuna que realiza esta actividad en 14 comunidades,en el municipio de Puerto Nariño, al sur de Colombia.
Fernández explica que el manejo de las chagras está a cargo de grupos familiares, quienes deciden el porcentaje de productos que usarán como alimento y el que comercializan con otras personas o comunidades.
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Hasta ahora, más de 250 familias en 14 comunidades trabajan con la iniciativa de Chagraselva, en Colombia. Foto: cortesía Abidjan Fernández Barrera
En su caso, cuenta, también impulsa la venta de aceites naturales de plantas nativas de la región para vender principalmente a turistas, pues considera que su trabajo también transmite un mensaje de adaptación y mitigación ante la crisis climática.
“Todo lo que nosotros hacemos en sistemas agroforestales es para ayudar a mitigar un poco el cambio climático. La idea de este proyecto es también que las familias no hagan monocultivo”, cuenta el agricultor, quien lleva cerca de 8 años trabajando con la Fundación Caminos de Identidad, la cual implementa sistemas agroforestales y promueve el intercambio de semillas, así como la producción de abonos.
En esta zona de la Amazonía, los productos de pancoger (cultivos que satisfacen parte de las necesidades alimenticias de una población determinada) se generan cada tres meses, entre ellos, el pimentón, el maíz, la sandía, pepinos y algunos tipos de hortalizas.
“Tenemos otro tipo de frutales, como mangos nativos, caimo, açai, aguaje, umarí, uva caimarona, cacaos, copoazú, zapote y otros tipos que manejamos dentro de nuestras chagras”, cuenta.

El manejo de las chagras está a cargo de grupos familiares, que deciden el porcentaje de productos que usarán como alimento. Foto: cortesía Abidjan Fernández Barrera
Fernández explica que también se producen diversas variedades de yuca, la cual buscan aprovechar no solo como alimento sino también para producir almidón y bioempaques que sustituyan a los platos desechables.
En Colombia, entre 2021 y 2023, la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave fue de 30.7 %, afectando a más de 16 millones de personas, de acuerdo con un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Solo en 2022, el costo de una dieta saludable en Colombia fue de 4.13 dólares promedio por persona diario, por lo que un 36.6 % de la población (19 millones de personas) no accedió a una alimentación saludable, según el organismo internacional.
En este sentido, el proyecto de agricultura sostenible en poblaciones indígenas de la Amazonía se ha vuelto importante. Hasta ahora, más de 250 familias en 14 comunidades trabajan con la iniciativa de Chagraselva y son quienes determinan la ubicación, tamaño y composición de sus cultivos.
“Para mí ha representado hacer concientización, sembrar esperanza. Las semillas son el sinónimo de esperanza para tener un futuro. Somos los protectores de la naturaleza, para que el mundo siga respirando”, afirma.

Además de árboles frutales, las chagraselvas producen pimentón, maíz, pepinos y algunos tipos de hortalizas. Foto: Acortesía bidjan Fernández Barrera
Memoria mapuche para regenerar los bosques
Mucho más al sur, en la región de la Araucanía, en Chile, la comunidad indígena de José Luis Caniulef mantiene un proceso que busca regenerar sus bosques, vincular la memoria biocultural y enfrentar desafíos ligados al impacto turístico y al extractivismo de sus ecosistemas.
A este territorio de 560 hectáreas de bosques nothofagus –lluviosos templados– llegaron personas ajenas a la comunidad mapuche en un flujo de 20 años, lo que impactó las dinámicas de conservación del bosque, cuenta Alexis Catalán Caniulef, dirigente de esta comunidad.
“El interés turístico por la existencia del lago Villarrica y el Calafquen, además del Bosque de Araucarias, hacen que este territorio sea despoblado de las personas que llevan viviendo generaciones”, sostiene. “Al mismo tiempo vienen nuevos habitantes desde la ciudad y eso ha devenido en una transformación muy profunda del estilo de vida que ha significado la depredación del bosque para hacer viviendas para veranear”, agrega.
Ante la falta de una autoridad que pudiera planificar este territorio rural, la comunidad mapuche comenzó a realizar actividades de vinculación con los nuevos pobladores, como la capacitación de uso forestal, liberación de especies de flora y fauna nativas para la regeneración del bosque, así como el relanzamiento de huertas.
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La comunidad mapuche busca regenerar sus bosques y vincular a los nuevos habitantes del área. Foto: cortesía Comunidad José Luis Caniulef
“Para nosotros el bosque es salud, es alimento, es agua, es paisaje, es un espacio de refugio”, comparte Catalán, quien sostiene que el gran aprendizaje para esta comunidad ha sido “el vínculo social a partir del trabajo entre bosque, alimentación y agua”. “Es algo que está muy incipiente y para nosotros ha sido un hallazgo increíble”, agrega.
Estos intercambios de conocimiento, señala Catalán, han podido ayudar a rescatar el uso de las huertas, el intercambio de semillas nativas, así como el contacto con estudiantes para la regeneración del bosque, también conocido como Afunalhue.
“Se generaron diálogos de saberes en las cadenas de venta. Si necesito una lechuga, ya no necesito ir tan lejos, sino que le puedo comprar a las personas que producen, así mismo con productos como la chicha, hongos e incluso otros productos que se asocian a lo campesino como la lana, carne”, sostiene.
En Chile, los hogares de comunidades rurales tienen las mayores alzas en inseguridad alimentaria severa, de acuerdo con un informe del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural.
Entre 2020 y 2022, la inseguridad alimentaria moderada o severa en los hogares de la Araucanía pasó de un 14.8 a 18.7 %, según la encuesta realizada.

La comunidad trabaja con huertas de alimentos, intercambio de semillas y de conocimientos sobre los productos que brinda el bosque. Foto: cortesía Comunidad José Luis Caniulef
La iniciativa de la comunidad mapuche, dice Catalán, ha permitido fortalecer el acceso a los alimentos, la posibilidad de innovar y enriquecer la alimentación, así como preservar el uso de especies nativas para la regeneración del bosque.
“Los intercambios de semillas han sido muy relevantes”, dice sobre la dinámica de campesinos en sus huertas. “Han logrado sostener la memoria genética de especies que llevan mucho tiempo en el territorio, por ejemplo, arvejas (chícharos), especies de lechugas, papas, choclo (maíz). Al mismo tiempo se han integrado especies que no se trabajaban tanto”, añade.

A través de las huertas, habitantes de la comunidad han podido rescatar el uso de semillas nativas del bosque. Foto: cortesía Comunidad José Luis Caniulef
El dirigente comunitario destaca también que se ha empezado a cuestionar el modelo de agricultura tradicional promovida por el Estado, que utiliza fertilizantes, pesticidas e insecticidas, así como semillas industriales.
“Se ha potenciado la mirada para integrar fertilizantes de proceso más ecológicos como el humus de lombriz. Se ha ido reflexionando con prácticas que mejoran la biodiversidad dentro de la huerta y permiten un enfoque más ecológico a las mismas, pero ese proceso no es de un día para otro”, destaca el gestor territorial.
Resistir a la deforestación en el Chaco
La deforestación en los bosques al norte de Argentina, principalmente en la región de Chaco, que forma parte del segundo ecosistema forestal más grande de Sudamérica ha sido alarmante en los últimos años.
Entre áreas desmontadas e incendiadas, la pérdida de bosques nativos en el norte del país fue de 149 649 hectáreas solo en 2024 (en la provincia de Chaco, que lleva el mismo nombre de la región, fue de 41 718 hectáreas), de acuerdo con un monitoreo satelital hecho por Greenpeace.
Ante este escenario, causado principalmente por el avance de la ganadería intensiva y el monocultivo de soja, así como por los incendios forestales, colectivos ambientalistas han dado una batalla legal para frenar el desmonte que, sostienen, ha afectado severamente la seguridad alimentaria de comunidades originarias, como la Qom, Mocoví y Wichí.
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Desmonte en el Chaco argentino, durante finales de 2023. Foto: cortesía Alejandro Esteche/Greenpeace.
Luciana Gagliardo, presidenta de Conciencia Solidaria, una de las organizaciones que ha realizado trabajo de asistencia territorial y judicial, y realiza campañas por la seguridad alimentaria en la región, explica los impactos de la deforestación sostenida en los últimos años.
“Esos territorios, esa pérdida de biodiversidad nos está aniquilando a nivel planetario y en el medio queda el desequilibrio ambiental, la violación sistemática a los derechos de comunidades originarias y campesinas, la pérdida de flora y fauna nativa, la degradación de los suelos y el impacto a nivel global en el clima”, sostiene la ambientalista.
Sin embargo, Gagliardo destaca que el trabajo del colectivo de organizaciones ha permitido frenar, por el momento, el desarrollo de granjas de producción porcícola en el Chaco.
“Logramos frenar las factorías, logramos frenar hasta que se innove respecto a la información y los planes del sector forestal, el impacto que generan estas industrias que no nos parece poco”, explica.
La activista considera que la tendencia de desmonte en la región ha impactado a las comunidades originarias, al verlas como “zonas de sacrificio en términos de territorio y de población”, pues han sido desplazadas de sus territorios.

Los incendios y la deforestación en la región de Chaco han afectado severamente la seguridad alimentaria de comunidades originarias, como los Qom, Mocoví y Wichí. | Foto: Gobierno de Argentina
Nora Giménez, abogada de Conciencia Solidaria, explica que las afectaciones a las comunidades indígenas han sido mayores en la región del interfluvio en el área de la provincia de Chaco conocida como El Impenetrable, donde árboles claves en la alimentación están siendo talados sin control.
“Estas comunidades viven en lugares secos y ellos siempre tuvieron un sistema de alimentación natural, por ejemplo con el algarrobo, que es un árbol que está siendo desmontado, al igual que el quebracho”, menciona sobre estos árboles emblemáticos de la región.
Además, agrega la defensora, esta zona mantiene estrés hídrico, lo que ha dificultado el sistema de provisión de alimentos.
“La zona del interfluvio ya no tiene el techo que le daban los árboles para poder seguir con su sistema comunitario de provisión de alimentos. Es una región en la que el suelo está muy dañado. El reino vegetal en este momento es el que más dañado se encuentra”, dice la abogada, quien sostiene que en medio de la crisis forestal, las comunidades están trabajando en la limpieza del suelo y en el desarrollo de semillas que puedan resistir más a los cambios que está viviendo el ecosistema.
Conciencia Solidaria ha impulsado diferentes acciones judiciales contra el desmonte en el Chaco, especialmente en el ámbito administrativo por el otorgamiento de permisos para deforestar el monte a grandes empresas y que son considerados ilegales por la organización.
Imagen principal: Chagraselva es una de las iniciativas agroforestales con las que subsisten pueblos originarios en la Amazonía colombiana. Foto: cortesía Abidjan Fernández Barrera
El artículo original fue publicado por Gonzalo Ortuño López en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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