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La Facultad de Derecho de Harvard tiene una larga trayectoria de catapultar a estudiantes negros a la élite estadounidense. El expresidente del país Barack Obama se graduó en 1991. También pasaron por sus aulas Kenneth Chenault, que dirigió American Express; Ken Frazier, director ejecutivo de Merck, o el presidente del banco de inversiones Lazard, Ray McGuire. Una generación antes que ellos, Conrad Harper se convirtió en el primer socio negro del bufete de abogados Simpson Thacher & Bartlett de Wall Street. Décadas más tarde, como presidente, Obama nombraría a Ketanji Brown Jackson (de la promoción de 1996 de la misma universidad) jueza federal, camino de convertirse en la primera mujer negra en incorporarse al Tribunal Supremo de EE UU.

Ahora, el estatus de la Facultad de Derecho de Harvard como campo de entrenamiento para potenciales estrellas negras en el mundo de los negocios, la política y la cultura se ve amenazado después de que el Tribunal Supremo prohibiera en 2023 el uso de la raza en las admisiones en todo el sistema universitario como forma de discriminar positivamente a estudiantes de minorías, algo que durante décadas fomentó la presencia de más alumnos negros y latinos.

Un año después de la decisión, solo 19 estudiantes negros comenzaron sus estudios en el prestigioso programa de leyes (el 3,4% de la clase total), según muestran los datos de 2024 de la Asociación Estadounidense de Abogados. Un año antes, el porcentaje ascendía al 7,6%. Los datos también reflejan una caída en las inscripciones de estudiantes negros de primer año de pregrado desde el 18% al 14% en todas las facultades de Harvard.

Dado el papel clave que tienen las credenciales y las conexiones en el lugar de trabajo, la disminución de la matrícula negra tiene repercusiones que van más allá del aula, en palabras de David Wilkins, profesor de Derecho de Harvard que ha estudiado la raza en la profesión jurídica. “Estás cerrando el punto de entrada a esos trabajos importantes donde las personas que los ocupan han transformado la sociedad estadounidense”, opina Wilkins, quien fue profesor de otra famosa graduada de la Facultad de Derecho de Harvard, la ex primera dama Michelle Obama.

En un comunicado, el portavoz de la Facultad de Derecho de Harvard, Jeff Neal, reconoce que la decisión del Tribunal Corte Supremo iba a afectar a la capacidad de las instituciones educativas para atraer y admitir una cohorte diversa de estudiantes, pero cree que las conclusiones extraídas con datos de un solo año son “necesariamente limitadas”. “Seguimos creyendo que un cuerpo estudiantil compuesto por personas con una amplia variedad de antecedentes y experiencias es un componente vital de la educación jurídica”, afirma Neal.

“La Facultad de Derecho de Harvard mantiene su compromiso tanto de respetar la ley como de fomentar una comunidad en el campus y una profesión jurídica que reflejen numerosas dimensiones de la experiencia humana”, defiende la institución académica.

Mucho antes de que se confirmara la caída en las matriculaciones, Sean Wynn, presidente de la Asociación de Estudiantes Negros de Derecho de Harvard, ya notó un cambio sustancial en cuanto al perfil de los estudiantes en el primer gran evento social del año escolar, la visita que hacen los estudiantes de primer, segundo y tercer año a la isla Martha’s Vineyard en septiembre. “Reconocemos lo grave que es la situación y estamos haciendo todo lo posible para combatirla”, asegura.

El fallo de 2023 deshizo décadas de trabajo por la diversidad en la educación superior, y algunas de las empresas que más empleo generan en EE UU advirtieron en ese momento que perderían el acceso a una variada fuente de candidatos altamente cualificados. Harvard, junto con la Universidad de Carolina del Norte, fue uno de los acusados en el caso que resolvió el Supremo. La sentencia razonaba que los sistemas de admisión, por bien intencionados que fueran, incumplían la cláusula de igualdad recogida en la Constitución americana.

Más complejidad

Desde que se tomó la decisión, los esfuerzos por reclutar a través de programas de diversidad, equidad e inclusión —tanto en el ámbito educativo como en el empresarial— se han vuelto aún más complicados, ya que los grupos conservadores han presentado impugnaciones legales contra estas políticas. El presidente, Donald Trump, ha emitido órdenes ejecutivas destinadas a poner fin a esas iniciativas inclusivas, lo que ha provocado amplios retrocesos en toda la fuerza laboral federal y entre los principales empleadores de la economía americana.

Barack Obama en la facultad de Derecho de Harvard, en una imagen de 1990.
Barack Obama en la facultad de Derecho de Harvard, en una imagen de 1990. Apic (Bridgeman / Getty Images)

“Este país está atravesando un nuevo Jim Crow”, alerta John Carr, alumno de la Facultad de Derecho de Harvard de 1983 y socio jubilado de Simpson Thacher. Se refiere así a las leyes que legalizaron la segregación racial en el sur de Estados Unidos hasta los años sesenta y que propugnaban la segregación racial en todas las instalaciones públicas bajo el lema “Separados pero iguales” y se aplicaban a los afroestadounidenses y a otros grupos étnicos no blancos.

Harvard creó su primera cátedra de Derecho en 1817, con la ayuda de una donación de Isaac Royall Jr., cuya familia amasó gran parte de su dinero con el tráfico de esclavos. El primer estudiante negro se graduó en 1869 y no fue hasta la era de los derechos civiles cuando comenzaron a asistir más estudiantes de color. Conrad Harper fue el único negro en su clase de graduados de 1965. Después de trabajar en el fondo de defensa legal de la Asociación Nacional por el Avance de las personas de Color (NAACP), que ayudó a impulsar cambios en materia de derechos civiles, se unió a Simpson Thacher.

El éxito de Harper inspiró a Carr a seguir el mismo camino. Carr se convirtió en el segundo socio negro de la firma y pasó casi 30 años como abogado mercantil. “Los números importan”, aprecia Carr. Entre las facultades de Derecho de élite, la clase de primer año de Harvard es la más numerosa en cuanto a tamaño: cuenta con unos 560 estudiantes, en comparación con los 200 que tienen Stanford y Yale. Harvard también es un caso atípico en cuanto a la caída de la matrícula de estudiantes negros. En Yale, Stanford, la Universidad de Chicago y Duke —que reúnen los programas de Derecho más importantes del país—, el número de estudiantes negros de primer año aumentó tanto en términos reales como en proporción de la clase total.

El hecho de que Harvard fuera una universidad nombrada específicamente en la sentencia del Tribunal Supremo podría haber contribuido a la caída, valora el profesor de Derecho Wilkins, y cita la renuncia el año pasado de la primera presidenta negra de Harvard, Claudine Gay, como un posible factor disuasorio extra.

Ahora que la ventana de solicitud de ingreso a la Facultad de Derecho para este año está cerrada, los estudiantes ya están pensando en las promociones siguientes. Akosua, Kos, Twum-Antwi, presidenta del comité de la Asociación de Estudiantes Negros de Derecho de Harvard (BLSA), dedicó durante varios meses entre 15 y 20 horas por semana a fomentar el reclutamiento (creando materiales, leyendo ensayos y planificando eventos). La BLSA también ha creado una guía para futuros estudiantes, que incluye ejemplos de ensayos de admisión para ayudar a disipar la confusión sobre lo que los aspirantes pueden incluir en sus solicitudes personales. Si bien las universidades ya no pueden valorar datos sobre la raza, aún pueden considerar cómo los antecedentes de un solicitante individual han afectado a su vida.

“Debes sentirte cómodo hablando de tu identidad racial sin temor a que pueda perjudicar tus posibilidades de admisión”, asegura a los candidatos una carta de la junta directiva de la asociación. Harvard cambió sus requisitos de redacción después del fallo del Supremo, solicitando tanto una declaración de propósito, para describir un interés en la ley, como una declaración de perspectiva, que puede basarse en cómo la experiencia y los antecedentes de un estudiante lo han formado. Desde que Trump asumió el cargo, el Departamento de Educación ha reiterado que las escuelas no pueden elaborar temas de redacción que requieran que los solicitantes revelen su raza.

Una vez que los solicitantes son admitidos, las asociaciones de alumnos les ayudan y alientan a inscribirse. Wynn, a través de su papel como presidente del grupo, está en contacto con muchos de los estudiantes negros admitidos este año y teme que el número de inscripciones se mantenga bajo por más tiempo.

Debra Lee (perteneciente a la promoción de 1980) intervino recientemente en la conferencia de primavera del grupo. A fines del año pasado, la ex directora ejecutiva de Black Entertainment Television Networks se unió a una llamada con otros exalumnos negros para abordar la caída en la matrícula. “Queremos ayudar a la Facultad de Derecho a contratar más personal y asegurarnos de que los números no disminuyan”, dijo Lee, de 70 años, quien ha donado fondos para estudiantes de Derecho que aceptan trabajos en el servicio público durante el verano. “Es necesario hacer mucho más”.

Matrícula y gastos

Jaylon Moore, estudiante de último año en la históricamente negra Universidad Dillard en Nueva Orleans, ya se ha ganado un lugar en la Facultad de Derecho de Harvard para septiembre. Moore, de 22 años y estudiante de Economía, también fue aceptado en las facultades de Derecho de Stanford, Duke; la Universidad de Chicago; la Universidad de Míchigan; la Universidad de California, en Berkeley, y la Universidad de Tulane, en su Estado natal. Se inclina por la oferta de Harvard, pero considerará los paquetes de ayuda financiera. La fecha límite para que un alumno se decida es el 1 de mayo.

El precio actual para un año en la Facultad de Derecho de Harvard es de 116.000 dólares (107.000 euros, según el tipo de cambio actual), incluyendo matrícula, tasas, libros y otros gastos. La escuela ofrece ayudas en función de las circunstancias económicas de los solicitantes y recientemente ha aumentado la asistencia para los estudiantes más necesitados, incluida la matrícula gratuita, que este año cuesta 77.100 dólares.

Durante su tercer año en Dillard, Moore asistió a una presentación sobre la Facultad de Derecho de Harvard a cargo de un director asociado de admisiones en Harvard y Wynn. Los dos hombres se mantuvieron en contacto y Moore pudo conocer la comunidad unida de la BLSA. Interactuar con el grupo fue suficiente para convencerlo de que Harvard es probablemente la opción correcta, a pesar de la disminución de la matrícula de estudiantes negros de este año. “Eso por sí solo me da la sensación de tranquilidad de que la brecha se cerrará”, dijo Moore, quien fue criado por su madre, una enfermera, en Luisiana. Ella estaba con él, junto con su abuela, cuando recibió la llamada de Harvard en enero.

La trayectoria de Wynn muestra lo influyente que puede ser un puesto en la Facultad de Derecho de Harvard para acceder a los puestos de trabajo de más alto nivel en el ámbito jurídico estadounidense. Tras su graduación en mayo, se incorporará a la firma neoyorquina Paul Weiss Rifkind Wharton & Garrison, donde también trabaja la ex fiscal general de Estados Unidos y exalumna de la Facultad de Derecho de Harvard Loretta Lynch (que se graduó en 1984).

En septiembre, los exalumnos negros de la Facultad de Derecho organizan una celebración en el campus, una asamblea que se realiza regularmente desde hace 25 años. Uno de los asistentes será Ben Wilson, de 73 años, que creció en el sur segregado de Jackson, Misisipi. Se graduó en la Facultad de Derecho de Harvard en 1976, donde tuvo como compañeros de clase a Chenault; el socio de Paul Weiss, Ted Wells, y Franklin Raines, que dirigió Fannie Mae y fue director de presupuesto de la Casa Blanca durante la presidencia de Bill Clinton. Fannie Mae fue una de las dos empresas esponsorizadas por el Gobierno (GSE, por sus siglas en inglés), que garantizaban hipotecas antes de que estallase la crisis de 2008. Según un informe escolar, en ese momento había matriculados unos 45 estudiantes negros.

“Es muy importante entender que estas instituciones no han sido diversas durante tanto tiempo”, dijo Wilson. Dirigió el bufete de abogados especializado en causas medioambientales Beveridge & Diamond, y su esposa, su compañera de estudios de Derecho de Harvard Merinda Wilson, a quien conoció el primer día, fue la primera mujer negra socia del bufete de abogados Sidley Austin. “Si hay menos diversidad dentro de la clase, todos los estudiantes perderán la oportunidad de aprender unos de otros”, advirtió.



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