Ronen Bar: Benjamin Netanyahu pedirá la destitución del jefe de la agencia de seguridad interior de Israel | Hamás | Franja de Gaza | Palestina | Shin Bet | Últimas | MUNDO

Moción de censura contra Santiváñez tiene las firmas necesarias para ser presentada | Últimas | POLITICA

El Barça remata al Atlético con crueldad | Fútbol | Deportes

Remontó el partido : Lamine Yamal anotó para el 4-2 de Barcelona contra Atlético Madrid por LaLiga | VIDEO

El Vaticano difunde la primera foto del papa Francisco, de espaldas, tras un mes en el hospital | Internacional

La araña que pica: Julián Álvarez marcó el Atlético Madrid vs. Barcelona por LaLiga | VIDEO

Julio Demartini | Gobierno retrocede en designación como embajador en el Vaticano: estas habrían sido las consecuencias diplomáticas | pedido fiscal de impedimento de salida | POLITICA

Una ola de tornados provoca la muerte de al menos 32 personas a su paso por el Medio Oeste y el sur de Estados Unidos

Guaynaa comparte su emotiva reacción al saber que será papá [VIDEO]

Pentágono despliega el destructor de la Marina para la inusual misión fronteriza de los Estados Unidos


El tráfico es infernal y el sol cae a plomo en la carretera. El ruido del escape de los camiones, su humo, el humo de todos, elimina cualquier esperanza de vida más allá de los próximos 100 metros. Guadalajara ni se adivina en el horizonte. Entonces, el teléfono suena. ¿Sí, bueno? “Oiga”… ¿Quién es? “Ah, soy la persona con la que habló antes, de ahí de”… Ah, la persona, el señor que no tiene nombre, ni cara, ni tampoco alegría. “Mire, le quiero pedir que no ponga nada de…” El señor sigue y pide la omisión de varios detalles del relato que contó antes, en Teuchitlán, en su casa. Por su seguridad, la de sus hijos, su esposa, sus sobrinos.

Luego, cuelga. En las hojas de la libreta hay cantidad de detalles de su caso, la desaparición de su hijo, en octubre de 2017, allí en Teuchitlán, a hora y media de Guadalajara, en el centro de México. Cantidad de frases apuntadas, así como habla el señor: “Mi hijo era bien enamorado, bien enamorado él”, por ejemplo, o, “en ese tiempo se me quitó el miedo a mí”, o, también, “cuando vi lo del rancho de aquí, me vine para la casa y le platiqué a mi esposa, pero no pude acabar de hablar, porque empecé a llorar”. El rancho de aquí, decía el señor, el nuevo foco del horror de un país con urgencias por el estilo, cada semana.

Policías resguardan la entrada al rancho en Teuchitlán, el 13 de marzo.
Policías resguardan la entrada al rancho en Teuchitlán, el 13 de marzo.IGNACIO REYES

Nadie sabe cuánta gente murió en el rancho Izaguirre, un rectángulo de tierra seca de algo más de 5.000 metros cuadrados, olvidado del mundo, a diez minutos de la casa del señor, que está –su casa– en la cabecera municipal de Teuchitlán, pueblo de agricultores y ganaderos, pueblo mágico, también: cada año, cientos de personas llegan a celebrar en sus curiosas pirámides circulares el equinoccio de primavera. No está claro si este año llegará gente, porque las noticias son horribles, y a nadie le gusta celebrar nada junto a la posibilidad del mal. Porque se asume mucho mal en el rancho Izaguirre, horror del que solo quedan restos e incógnitas.

Restos de huesos, restos de ropa, restos de juguetes. Y restos, también, de negligencia. La semana pasada, un grupo de familiares de personas desaparecidas llegó al rancho, alertado por la llamada de un muchacho, que les dijo que había estado cautivo ahí, rehén de un grupo criminal. Les dijo, también, que el grupo, supuestamente el Cartel Jalisco Nueva Generación, uno de los más poderosos del país, había matado a mucha gente en el rancho. Los familiares, casi todos mujeres, contrataron un autobús y, escoltados por la Guardia Nacional, llegaron al lugar. Era 5 de marzo, Miércoles de Ceniza. La puerta estaba abierta. Entraron. Expertas en cómo debe verse la tierra sin manipular, no les costó mucho encontrar los primeros indicios de que allí había algo que no andaba bien.

Algunos de los objetos encontrados al interior del rancho.
Algunos de los objetos encontrados al interior del rancho.FISCALÍA DE JALISCO

Y vaya que lo había. Eran cientos de fragmentos de hueso, pequeños, aparentemente quemados. Salían de la tierra, a cada paletada. De eso se acordaba este viernes Lorena Cabrera, parte del grupo de familiares, que se hace llamar Guerreros Buscadores. Cuando empezó a ver que salían esos huesitos de la tierra, le entró tristeza. “¿Cómo van a sacar ADN de ahí, tan pequeños que son?”, pensaba, reflexión que no se le ha ido de la cabeza. Aquel día, mientras unas trabajaban con sus varillas, atravesando la tierra, buscando más huesos, el resto indagaba en las construcciones del rancho. Hay varias, la mayoría están cerca de la entrada. En una, encontraron cantidades enormes de ropa, zapatillas, pantalones, mochilas. “¡Hasta juguetes!”, dice Cabrera, de 57 años. “Yo pensaba, ‘¿cómo es posible? ¿Trajeron aquí niños?”.

El caso ha causado una conmoción pocas veces vista últimamente en México, por varios motivos. El mismo horror de la situación, la aparición de tantos trozos de hueso, su hallazgo en hoyos en la tierra, espacios que recuerdan a los que se usan para guisar carne en pueblos de todo el país; las posibilidades que sugiere tal hallazgo, que quemaran ahí a la gente, que los deshicieran. Luego está la ropa, la cantidad de ropa hallada, las fotos de cientos de zapatillas, que muchos han comparado con campos de concentración nazi. Después figura la intuición de las buscadoras, según la cual aquel espacio sirvió además de centro de entrenamiento para reclutas, forzados o no.

Y finalmente, pero no menos importante, la negligencia de las autoridades, que estuvieron allí en septiembre pasado, tras la detención de 10 personas y el rescate de dos, y no encontraron nada de todo esto. Esa mezcla de factores ha llevado el asunto a las conferencias de prensa de la presidenta, Claudia Sheinbaum, esta semana. La mandataria ha calificado el hecho de “terrible” y ha criticado a la Fiscalía local, que supuestamente tenía el predio en custodia desde septiembre. Este domingo, colectivo de familiares de personas desaparecidas han convocado decenas de concentraciones en todo el país, exigiendo justicia por lo ocurrido.

Candelaria Ayón Silva, una de las madre buscadoras que ingresaron al rancho.
Candelaria Ayón Silva, una de las madre buscadoras que ingresaron al rancho.IGNACIO REYES

Hay cifras y matices que dan contexto al asunto y que permiten entender mejor el enfado o, más que el enfado, la congoja, por ejemplo, la cantidad de desaparecidos del Estado de Jalisco, donde está el rancho –más de 15.000–, o los que cuenta todo México –más de 115.000–, o la certeza también de que el caso de Teuchitlán es solo el último de tantos, ya que en la misma región, hogar del muy turístico pueblo de Tequila, se han encontrado centros de entrenamiento –y/o exterminio– por el estilo. Testimonios de personas que supuestamente escaparon del de Teuchitlán hablan estos días del mismo infierno en la tierra y usan palabras como maltrato o esclavitud, y narran peleas a muerte entre los reclutas, que acababan con los caídos en piras.

El señor y el cura

El señor que no tiene nombre, ni cara, ríe amargamente, nada reseñable, apenas una mueca. Todo por la mención de las palabras del cura, trasladadas de la parroquia local a su casa. Teuchitlán es un pueblo tranquilo, dice el cura. Nadie se dio cuenta de lo del rancho, añade, y cita también a Plauto, aquello de que el hombre es un lobo para el hombre. No hace falta decírselo al señor, bien lo sabe. Esta noche tiene previsto meterse en la página que ha habilitado la Fiscalía local, con el listado de prendas rescatadas del rancho, que ya suman más de 1.000. Su hijo vestía una playera azul de beisbol, de Los Angeles Dodgers, un pantalón vaquero y unas Vans negras. La búsqueda comienza.

El cura, Jaime Navel, de 50 años, esboza mientras tanto su desconcierto, actitud que refleja la del pueblo, que cuenta alrededor de 9.000 habitantes, número que baila al calor de la población migrante. “Yo diría que cada familia tiene a dos o tres, sobre todo en California”, explica. “Supimos que en septiembre, la Guardia Nacional había descubierto un centro de entrenamiento allí. Claro, la gente desconocía”, argumenta, “porque es fuera de la parte poblada, en una zona de cañaverales. Durante buena parte del año, ni siquiera se ve el rancho, las cañas lo cubren”, añade.

El sacerdote de Teuchitlán, Jaime Navel.
El sacerdote de Teuchitlán, Jaime Navel.ignacio reyes

Es verdad que el rancho está aislado, pero un aislamiento relativo, una zona de potreros, de predios grandes. Igual, sus vecinos tampoco escucharon nada. Ni gritos, ni balazos –la fachada de la construcción principal está llena de agujeros de proyectil–, ni movimientos de camionetas yendo y viniendo… Tarquín Martín Del Campo, ganadero de 87 años, que engorda vacas en una granja a un kilómetro de allí, dice: “Fíjese que aquí fue novedad. Nunca tuvimos problemas y a cada rato pasa la policía municipal, cada semana pasa”.

Es temporada de zafra y la ausencia de cañas libera el horizonte. Al fondo se ve la valla del rancho de los horrores, lleno hoy de policías, peritos, forenses. Las garzas beben en los charcos de los nuevos cultivos. La caña nunca para. Las fotos de las zapatillas resumen el miedo y el terror y conectan con la tragedia de un país en guerra, que cada año cuenta más de 30.000 asesinatos. Las fotos enlazan subterráneamente con las tragedias de San Fernando, en Tamaulipas, al otro lado del país, hace 13 y 14 años. Entonces, Los Zetas secuestraban a pasajeros de autobuses de ruta. Sus maletas llegaban solas a la terminal, en vehículos medio vacíos. Fotos de maletas solas, de zapatos solos.

Vista aérea del rancho Izaguirre, el 10 de marzo.
Vista aérea del rancho Izaguirre, el 10 de marzo.Francisco Guasco (EFE)



Source link