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El artista colombiano Óscar Murillo irrumpe esta semana en el Museo MARCO de Monterrey con una ambiciosa invitación: que el público intervenga su obra. Murillo (La Paila, Colombia, 39 años) quiere romper con la “formalidad del arte”. Su estrategia busca revertir el trabajo del artista como único agente creativo para convertir el proceso artístico en algo colectivo a través de lienzos de gran formato cubiertos con mensajes y dibujos hecho por los visitantes del museo. Esa es la nueva propuesta de un creador que ha revolucionado el mundo del arte contemporáneo. “Me sentía insatisfecho con las propuestas institucionales, porque se quedaban muy en la superficie y tenía este deseo de tener una experiencia con lugares ajenos a mí, a mi cultura. Eso también se alimentó por mi condición de haber sido desterrado de mi cultura como niño”, cuenta Murillo.

La familia del artista dejó su pueblo colombiano cuando el chico tenía 11 años. Migraron a Londres, a una cultura radicalmente diferente, aquel mundo infantil de olor a arepa, plátanos fritos, café y caña de azúcar, lo que representó un cambio radical para el niño, que terminó influyendo en su arte. “La migración lo fue todo. La emigración sigue alimentando mi trabajo. Ha sido una experiencia que fortaleció mi espíritu, un trauma personal, que es la ruptura cultural a los 10 años, cuando pierdes tus amigos, cuando pierdes tu tierra, tus costumbres, la comida, el ambiente. El dibujo se convirtió en una plataforma de terapia”, comenta en entrevista telefónica desde Monterrey.

Desde MARCO explican que la exposición de Murillo, titulada Espíritus en el pantano, se apodera del museo con técnicas que incluyen pintura interactiva, video es instalaciones para convertir el recinto en una arena social donde impera la idea de colectividad y cultura compartida. “Es una exposición que recorre una buena parte de los presupuestos conceptuales y artísticos que definen la obra de Óscar Murillo. El artista ha convertido el espacio en un todo accionista, una práctica colaborativa. Las paredes blancas del museo tendrán telas instaladas que ya tuvieron un primer proceso participativo, es decir, las telas estuvieron viajando por distintos lugares de Monterrey, como albergues que están recibiendo a los migrantes o algunas escuelas públicas, para que el público pudiera intervenirlas, plasmar sobre ellas sus historias, sus narraciones”, explica Taiyana Pimentel, directora de MARCO.

Una persona observa la exposición 'Espíritus en el Pantano', en Monterrey.
Una persona observa la exposición ‘Espíritus en el Pantano’, en Monterrey. Miguel Sierra (EFE)

Los visitantes del museo seguirán el proceso durante el tiempo que dure la exposición, los días miércoles y domingo, cuando la entrada es gratuita, a petición del artista. “Esta exposición es trascendental para MARCO. Óscar ha convertido un problema pictórico en un contenedor de problemáticas comunitarias y sociales. Darle la palabra al el otro es para mí uno de los grandes posicionamientos de Murillo en el arte contemporáneo. E convergencia de experiencias, de narrativas y de historias en una misma capa pictórica, además de conmovedora, es algo que no se había visto en la historia del arte”, agrega Pimentel.

Murillo ahonda en esa idea del arte como espacio participativo, sobre todo cuando toca un tema tan personal como la migración. “Es algo muy visceral y creo que de pronto ahí nace el título de la obra Espíritus en el pantano, porque estamos implicados todos como seres humanos. Para mí es muy importante que esto no se vea como autosegregación, donde uno dice: “Aquí estás tú, aquí hay una línea y acá estoy yo”. Para mí hay una implicación universal de lo que somos como seres humanos. Es, asegura, un intento de democratizar el arte. “Ya hubo el primer proceso participativo, un ejercicio donde toda la comunidad, independientemente de sus estratos sociales o diferencias políticas, estuvieron en la misma plataforma para hacer una contribución, para dar energía a este idea. Mi tarea es pensar en cómo ese ejercicio está interrumpiendo la formalidad de un museo de arte contemporáneo, la formalidad clásica del arte, que respeto y ha sido parte de mi formación”, explica el artista.

¿Cómo s sientes cuando la gente interviene su obra? “Me gusta la intensidad y la energía con la que la gente se ha tomado el tiempo y la dedicación de contribuir, porque se desvanece lo que llamo la enfermedad actual de las redes sociales, esa enfermedad que se apodera de nuestra autonomía. Este espacio se convierte en una plataforma para manifestar una hipercolectividad, un espacio que une, que es diferente”, comenta Murillo, quien ve la producción artística como una forma de denuncia contra las injusticias. “A través de las diferentes civilizaciones el arte ha servido como un testigo en paralelo de las realidades sociales, un testigo de la humanidad, va de la mano, como una sombra”, aclara.

Aquel niño colombiano emigrado a Londres que encontró en el dibujo una terapia se ha convertido en el joven prodigio del arte contemporáneo. Pasó de limpiar edificios a ocho euros la hora a ser el artista que desde muy joven revolucionó el mercado hasta el punto que sus obras se han vendido en cientos de miles de euros y ha expuesto su trabajo en espacios como la Tate Modern del Reino Unido; WIELS, en Bélgica; el Aspen Art Museum, en Estados Unidos; Haus der Kunst en Alemania y el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia. Murillo obtuvo su Maestría en Bellas Artes en el Royal College of Art en 2012, y en 2019 fue uno de los cuatro artistas galardonados colectivamente con el prestigioso Premio Turner. En 2023, recibió un doctorado honorario de su alma mater, la Universidad de Westminster. El artista se ha implicado en una producción que intenta desafiar los esquemas del arte contemporáneo, pero desde el compromiso político.

La muestra 'Espíritus en el Pantano'.
La muestra ‘Espíritus en el Pantano’. Miguel Sierra (EFE)

La exposición de Murillo estará abierta en MARCO desde este viernes 14 de marzo hasta el 10 de agosto bajo la curaduría de Taiyana Pimentel y con la invitación abierta al público de romper con la formalidad del arte. “Esa propuesta mía de hacer una invitación a intervenir estos lienzos la veo como una cinta de grabación analógica. Insertas el casete en la grabadora, presionas el botón récord y la sociedad misma con sus acuerdos y desacuerdos y contradicciones hace la tarea de manifestarse. Y esa manifestación está ahí para que todos la observemos, se vuelve un reflejo de lo que está pasando. Es un espacio para que estas manifestaciones contradictorias hagan catarsis”, explica el joven pintor, el migrante que ha revolucionado el mundo artístico contemporáneo.



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