jueves, 14 noviembre, 2024
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Imagina estar en una reunión de trabajo, en una cena con amigos o simplemente caminando por la calle y, de repente empiezas a sentir que el cuerpo no responde como debería, ya que la mitad del rostro se entumece, el habla se vuelve confusa y los movimientos se tornan cada vez más torpes y difíciles. En este contexto, lo más probable es que estemos ante la presencia de un accidente cerebrovascular (ACV), el cual es una de las emergencias neurológicas no solo más predominantes entre la población, sino también más devastadoras, pues en cuestión de minutos la vida de una persona puede cambiar drásticamente, dejando secuelas irreversibles o incluso fatales si no se actúa con rapidez.

Según señaló el doctor Andre Machado, neurólogo de Cleveland Clinic a Bienestar, cada año se estima que alrededor de 6.2 millones de personas mueren a causa de algún tipo de accidente cerebrovascular en todo el mundo. De estos casos, el 15% corresponde a ACV hemorrágicos, mientras que el 85% son ACV isquémicos o también conocidos como infartos cerebrales, cuya prevalencia es tan alta que ha incrementado en un 50% en los últimos 20 años. Se calcula que una de cada cuatro personas sufrirá de un infarto cerebral en algún momento de su vida.

“El infarto cerebral agudo es considerado como la segunda causa de muerte en el mundo, representando el 7% de todas las defunciones, y la principal causa de discapacidad a nivel global. Sin embargo, lo que muchas personas desconocen es que también es la segunda causa de demencia, después de la enfermedad de Alzheimer, ya que la demencia vascular se produce como resultado de múltiples infartos cerebrales. Ciertamente, este es un problema de salud pública muy grave que requiere atención y concienciación, sobre todo, porque ya no es una enfermedad exclusiva de los adultos mayores, pues el 63% de este tipo de ACV sucede en poblaciones menores a 70 años”, expresó Marla Gallo, neuróloga y coordinadora de la unidad de ictus de la Clínica Ricardo Palma.

¿Qué es un infarto cerebral agudo?

A diferencia del accidente cerebrovascular hemorrágico, el cual sucede cuando un vaso sanguíneo en el cerebro se rompe y causa un severo sangrado, un infarto cerebral agudo es la obstrucción súbita de una arteria que irriga el cerebro, lo cual interrumpe el flujo sanguíneo y provoca la muerte de las células cerebrales en la zona afectada. Básicamente, como explicó Oswaldo Cachay, neurólogo de la Clínica Internacional, este accidente cerebrovascular de produce de un momento a otro, ya que cuando el cerebro se priva de oxígeno y nutrientes, las células cerebrales comienzan a morir en minutos, lo que puede llevar a daños neurológicos permanentes o incluso a la muerte si no se trata de inmediato.

El infarto cerebral agudo generalmente se debe a la obstrucción de una arteria en el cerebro, siendo una de sus causas principales la trombosis y la embolia cerebral.

El infarto cerebral agudo generalmente se debe a la obstrucción de una arteria en el cerebro, siendo una de sus causas principales la trombosis y la embolia cerebral.

“La oclusión de la arteria puede ser causada por un trombo, es decir, un coágulo de sangre dentro de una arteria que irriga el cerebro, así como también puede producirse por un coágulo o fragmento de placa que se forma en otra parte del cuerpo, como el corazón y, que viaja por el torrente sanguíneo hasta llegar al cerebro, donde bloquea una de las arterias”, indicó la neuróloga.

Asimismo, es importante tener en cuenta que existen una serie de factores específicos que son los causantes del 90% del riesgo de un infarto cerebral agudo, incluyendo: hipertensión arterial, diabetes, sobrepeso u obesidad, sedentarismo, mala alimentación, contaminación ambiental, tabaquismo, niveles altos de colesterol LDL, consumo excesivo de alcohol y disfunción renal. No obstante, como refirió Machado, las enfermedades cardíacas, como la fibrilación auricular, el estrés crónico y un historial de enfermedades cerebrovasculares también pueden aumentar significativamente la probabilidad de que una persona sufra un infarto cerebral.

¿Cuáles son los signos que indican que una persona está sufriendo un infarto cerebral agudo?

Los signos de un infarto cerebral agudo suelen aparecer de manera súbita, y entre los más comunes se encuentran:

  • Dificultad para hablar o entender el habla.
  • Debilidad o parálisis en un lado del cuerpo, particularmente el brazo, la pierna o la cara.
  • Pérdida repentina de visión en uno o ambos ojos
  • Dolores de cabeza intensos.
  • Confusión repentina.
  • Pérdida del equilibrio o coordinación
  • Dificultad para caminar.

“El 80% de la población no suele reconocer los síntomas, por ende, muchas veces las personas no son conscientes de que están padeciendo de un infarto, por lo que no acuden a un centro de salud. Sin embargo, una herramienta muy útil que nos permite recordar la sintomatología de este tipo de ACV es el acrónimo FAST (Face, Arms, Speech, Time). En otras palabras, esto hace referencia a los elementos claves que tenemos que tener en cuenta: F: asimetría facial o caída del rostro, A: debilidad de los brazos, S: alteración en el lenguaje y T: tiempo, ya que se debe actuar rápidamente”, sostuvo la doctora Gallo.

Por su parte, el especialista de Cleveland Clinic mencionó que, si bien los síntomas son comunes en personas de ambos sexos, las mujeres pueden experimentar síntomas adicionales o más sutiles, como fatiga generalizada, cambios en el estado mental, náuseas, vómitos y dolor en el pecho o en el rostro, que a menudo no se reconocen inmediatamente como signos de un infarto cerebral. Como resultado, es más posible que las pacientes no reciban un diagnóstico tan rápido como los hombres, lo que puede retrasar el tratamiento, razón por la cual, las mujeres presentan un mayor riesgo de muerte por esta condición.

Factores como la hipertensión, la diabetes, el sedentarismo, el sobrepeso y la obesidad incrementan en un 90% el riesgo de sufrir un infarto cerebral agudo.

Factores como la hipertensión, la diabetes, el sedentarismo, el sobrepeso y la obesidad incrementan en un 90% el riesgo de sufrir un infarto cerebral agudo.

“De igual modo, algunas pueden llegar a experimentar advertencias previas a un infarto cerebral completo, conocidas como ataques isquémicos transitorios (TIA), los cuales ocurren cuando hay una interrupción temporal en el flujo sanguíneo al cerebro. Generalmente, los síntomas de un TIA son muy similares a un infarto cerebral, pero suelen durar solo unos minutos y desaparecen sin tratamiento. Sin embargo, estos ataques isquémicos transitorios son un indicativo de que la persona está en riesgo de sufrir un infarto cerebral, por lo que son también considerados como una emergencia médica que requiere de atención para poder prevenir un evento más grave. Aproximadamente un tercio de los individuos que sufren un TIA experimentan un infarto cerebral completo en los días o semanas siguientes”.

Además, como destacó la doctora Nandy Vega, subdirectora médica de MAPFRE, los familiares o personas cercanas al paciente desempeñan un papel crucial en la detección temprana de los síntomas, ya que las personas que lo sufren, no suelen darse cuenta de lo que está ocurriendo debido a la confusión o incapacidad para comunicarse. Por ello, si el entorno reconoce las distintas señales de alerta, deben de actuar rápidamente para buscar atención médica, dado que la rapidez en el tratamiento puede salvar vidas y mejorar la posibilidad de recuperación.

¿Por qué el tiempo es un elemento clave en el abordaje de un infarto cerebral agudo?

Tras un accidente cerebrovascular, el paciente cuenta con una ventana crítica de tiempo de 4 horas y media para recibir un diagnóstico oportuno y tratamiento, ya que como aseguró la doctora de la Clínica Ricardo Palma, cada minuto que pasa, alrededor de dos millones de neuronas mueren y, una pequeña lesión en el cerebro puede convertirse en un daño irreversible con el tiempo. Por consiguiente, si el paciente acude dentro de este período, se puede salvar una mayor cantidad de tejido cerebral y preservar su función, de lo contrario, el daño puede ser tan extenso que el tratamiento ya no sería efectivo e incluso podría aumentar el riesgo de hemorragia.

Básicamente, para diagnosticar un accidente cerebrovascular isquémico de manera efectiva, se pueden utilizar diferentes métodos de imagen, los cuales ayudan a identificar el área del cerebro afectada, determinar el tejido que está dañado y localizar el vaso sanguíneo bloqueado. Por ello, en menos de 20 minutos desde que el paciente llega a la emergencia, se debe realizar una tomografía simple; no obstante, en algunos casos se puede complementar con una resonancia magnética y una angioresonancia.

“Desde que ingresa la persona hasta la interpretación de las imágenes, el proceso idealmente debería durar entre 30 y 45 minutos, tiempo el cual garantiza que se pueda tomar una decisión rápida sobre el tratamiento y así minimizar el daño y mejorar el pronóstico del paciente”, destacó Marla Gallo.

La prevención del infarto cerebral agudo se basa en controlar los factores de riesgo y adoptar un estilo de vida saludable. Algunas de las medidas preventivas incluyen: mantener una presión arterial saludable, hacer ejercicio regularmente, seguir una dieta equilibrada y rica en frutas, verduras y grasas saludables, etc.

La prevención del infarto cerebral agudo se basa en controlar los factores de riesgo y adoptar un estilo de vida saludable. Algunas de las medidas preventivas incluyen: mantener una presión arterial saludable, hacer ejercicio regularmente, seguir una dieta equilibrada y rica en frutas, verduras y grasas saludables, etc.

Dentro de este intervalo de tiempo, se pueden emplear dos tipos de tratamientos. En primer lugar, la trombólisis endovenosa, la cual implica la administración de un medicamento por vía intravenosa para disolver el coágulo en el cerebro y restaurar el flujo sanguíneo en la zona afectada. Una segunda opción para abordar el infarto cerebral es la trombectomía mecánica, que consiste en introducir a través de un catéter un stent retriever o una aspiradora especializada, para capturar y extraer el trombo.

¿Cuáles son las consecuencias de no atender a un paciente con infarto cerebral dentro de este margen de tiempo?

No atender a un paciente dentro del margen de tiempo señalado puede resultar en daños cerebrales irreversibles, generando discapacidades físicas y cognitivas permanentes, así como también aumenta el riesgo de muerte. De acuerdo a Andre Machado, las secuelas más comunes incluyen parálisis, dificultad para hablar o comprender, problemas de memoria y cambios en la personalidad. Además, las personas que no reciben un tratamiento oportuno tienen una mayor probabilidad de sufrir otro infarto cerebral en el futuro.

“Por esta razón, es fundamental atender a los pacientes dentro de la ventana de tiempo crítica de 4.5 horas, pues de esta manera las personas tienen más posibilidades de recuperarse por completo o con secuelas mínima. Por ello, adicional a los tratamientos que se les administran, es importante que después de un infarto cerebral, las personas sigan un programa de rehabilitación, el cual puede consistir en una terapia física, ocupacional y del habla. Este debe llevarse a cabo desde los primeros días de hospitalización; sin embargo, la duración puede variar, desde semanas hasta meses, incluso años, dependiendo de cada caso, pero siempre con el objetivo de que el paciente pueda recuperar la independencia y mejorar su calidad de vida”, refirió la doctora Vega.

¿Qué medidas preventivas pueden adoptarse para reducir el riesgo de sufrir un infarto cerebral?

La mejor manera de prevenir un infarto cerebral es básicamente, controlando aquellos factores que representan el 90% de riesgo. Por lo tanto, como recomendó la neuróloga es crucial considerar las siguientes medidas:

  • Tener un buen control de la presión arterial.
  • Llevar una dieta equilibrada.
  • Tener un índice de masa corporal saludable entre 18,5 y 24,9.
  • Tomar los medicamentos prescritos para controlar condiciones crónicas, como la diabetes o las enfermedades cardíacas.
  • Tener niveles bajos de colesterol LDL.
  • Controlar la glucosa.
  • Evitar el tabaquismo.
  • Reducir el consumo de alcohol.
  • Realizar ejercicio de forma regular.
  • Tener un mejor manejo del estrés.



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