Durante su ascenso al imponente Kilimanjaro en silla de ruedas, Marcela Marañón no solo enfrentó sus limitaciones físicas, sino también las barreras mentales que intentaban detenerla. Aferrada a la fuerza de pasajes bíblicos, no paró hasta convertirse en la primera latina con discapacidad en conquistar la montaña más alta de África. Desde aquel trágico accidente de tránsito en el 2000 que la dejó paralizada de la cintura para abajo, y sin una pierna, la activista peruana no camina, pero su vida corre a un ritmo sorprendente.
“El Kilimanjaro es como un animal salvaje, hay que domarlo para alcanzar su cima. Es empinado y desafiante. Cuando llegamos al pico, el sendero era tan estrecho que ya no podía seguir usando mi silla de ruedas; un porteador tuvo que cargarme. Pero resbaló y ambos caímos. Grité, lloré… fue muy duro. Nos tomó ocho días llegar a la cima, pero cuando finalmente llegas, sientes que tocas el cielo. Y si me preguntas si lo volvería a hacer, te diría que sí, sin dudarlo”, afirma Marañón, con firmeza y emoción.
Ese logro fue clave para que grandes marcas voltearan la mirada hacia Marcela. Con el aumento de sus ingresos, también creció su capacidad para seguir viajando. Hoy, ha recorrido 26 países y tiene el privilegio de conocer las Siete Maravillas del Mundo. Para ella los límites parecen no existir.
“Después de divorciarme, tras 12 años de matrimonio, empecé a viajar mucho para desconectarme de la realidad. Había trabajado intensamente con mi exmarido, así que, aunque la separación fue fácil en lo material, emocionalmente fue más complejo. Viajé para explorar y, a través de las redes sociales, mostrarle a la comunidad de personas con discapacidad cómo es el mundo para nosotros y las barreras que enfrentamos”, sostiene.
La primera maravilla que Marcela visitó fue Machu Picchu, cuando tenía 16 años. Quince años después regresó a la Ciudadela Inca, esta vez en silla de ruedas. Luego exploró la Gran Muralla China y Petra, en Jordania. Continuó con Chichén Itzá, en Yucatán, y Taj Mahal, en Agra, India.
“Machu Picchu es la menos accesible para personas con discapacidad, llegar allí es realmente difícil. En cambio, la Estatua del Cristo Redentor, en Río de Janeiro, es muy accesible desde que adaptaron la ciudad para los Juegos Paralímpicos de 2016. Lo mismo ocurre con el Coliseo de Roma, en Italia, que también es muy fácil de recorrer”, comenta.
En el 2023, la influencer de 42 años fue reconocida como una de las 25 mujeres más poderosas por la revista People en Español . Además de ser la imagen de marcas prestigiosas, se ha convertido en una activista incansable por mejorar el acceso para personas en silla de ruedas en espacios públicos. Su impacto también la llevó a ser convocada por TikTok para celebrar la Herencia Hispana.
Trágico día
Marañón llegó a Dallas, en el 2001, para aprender inglés. Pero el 2 de setiembre del 2002 su vida dio un giro inesperado. Al salir de un restaurante junto a su novio y un amigo, un trágico accidente automovilístico cambió su destino para siempre. El impacto fue tan fuerte que Marcela fue lanzada por la ventana del auto; su pie quedó atrapado en el asiento del copiloto y su cuerpo chocó violentamente contra un árbol, fracturando su médula espinal. Su pareja, lamentablemente, falleció.
“Tenía 20 años, era saludable, jugaba vóley, corría, bailaba, y pasaba horas en el gimnasio porque me encantaba entrenar mis piernas”, recuerda con nostalgia. “Y de repente, todo cambió. Me vi en una silla de ruedas, sin una pierna. Es increíble cómo en un instante, tu vida puede dar un giro tan brusco, sin que lo veas venir”, reflexiona.
Después del accidente, Marcela quedó devastada y buscó consuelo en Dios. Recibió ayuda psicológica, pero lo que realmente la impulsó a seguir adelante fue un sueño con su expareja y conocer a una persona con discapacidad que vivía de manera autosuficiente.
“Al principio, todo fue muy duro. Tenía el corazón destrozado. Me dolía más haber perdido a mi novio que enfrentar la discapacidad”, recuerda. “Después de salir del hospital, tuve un sueño en el que él me llamaba y me pedía que no esté triste, que me quería mucho y que estaba bien. Ese sueño fue un alivio en medio de mi depresión. Poco tiempo después, conocí a Brad, quien ya falleció, vendía sillas de ruedas. Lo vi bajando de una Hummer y subiéndose a su silla de ruedas como si nada, completamente independiente. En ese momento entendí que no había excusas para no seguir adelante”, señala, recordando cómo ese encuentro cambió su perspectiva.
Con el tiempo, sus huesos han perdido fuerza, lo que la hace más vulnerable a nuevas lesiones. “El último accidente fue hace dos años. Me caí del carro mientras me transfería a la silla y me rompí el pie. Tuve que someterme a una cirugía, y el pie es complicado de sanar, tanto si caminas como si no. No me fue bien en la operación. Al tener solo una pierna, los médicos me dijeron que probablemente no podría ponerme de pie ni usar el exoesqueleto. Pero con esfuerzo, terapia y mucha determinación, ahora puedo caminar un poco”, asiente.
Proyectos
Con su hija de 17 años próxima a ingresar a la universidad, Marcela anticipa tener más tiempo para dedicarse a este nuevo capítulo de su vida. Su visión es clara: crear grupos de viaje donde pueda enseñar a otros cómo disfrutar del mundo, especialmente a mujeres que buscan confianza y empoderamiento. Una de sus primeras paradas sería Machu Pichu.
Este deseo de compartir sus experiencias y habilidades se une a un anhelo personal: encontrar el amor. “Lo tenía en pausa porque quería terminar de criar a mi hija, darle un lugar sano donde ella pueda crecer tranquila”, confiesa. Con estas metas en mente, Marcela continúa expandiendo sus horizontes y los de otros, demostrando que los límites solo existen si uno los impone.