En los últimos días, en Líbano había la sensación de que una invasión terrestre de Israel en el sur del país era casi inevitable, que la campaña israelí contra Hezbolá no se detendría con la muerte de Hassan Nasrallah, que durante tres décadas fue la cara del grupo.
Ahora que esto se ha confirmado, con lo que el ejército israelí describe como una operación «limitada, localizada y selectiva», el temor es que esto pueda ser el comienzo de algo más grande.
MIRA: Cómo se comparan las capacidades militares de Irán e Israel
La historia demuestra que a las tropas israelíes les resulta fácil entrar en Líbano, pero difícil salir.
«El país está perdido», me escribió un amigo libanés.
Otro escribió: «Si me preguntas qué viene, mi respuesta es que serán días muy largos y duros los que se avecinan».
Un tercero dijo: «Solo nos queda esperar lo mejor».
Existe la sensación de que la historia se repite y reina incertidumbre sobre lo que ocurrirá ahora.
Aún no está claro si Hezbolá puede organizar una respuesta significativa y coordinada. Sigue lanzando cohetes contra Israel, pero no con la misma intensidad.
Mientras tanto, hay un país bajo presión, que lucha con el gran número de víctimas de los ataques aéreos israelíes y un millón de personas que ya han sido desplazadas.
Hezbolá para los libaneses
Hezbolá, como grupo musulmán chiita armado y financiado por Irán, es considerado una organización terrorista por Reino Unido, Estados Unidos y otros países, pero es algo más que una milicia en Líbano.
Es también un partido político con representación en el Parlamento y un movimiento social arraigado en la sociedad libanesa que cuenta con un importante apoyo.
Poderoso e influyente, Hezbolá, que significa «Partido de Dios», se describe a menudo como un Estado dentro del Estado en Líbano. Se ha visto debilitado tras dos semanas de incesantes ataques aéreos israelíes y asesinatos de alto nivel, pero no ha sido derrotado.
En un desafiante discurso pronunciado el lunes, el número dos de Hezbolá, Naim Qassem, afirmó que sus combatientes estaban dispuestos a resistir cualquier invasión israelí.
Antes de esta última escalada, se decía que el brazo armado de Hezbolá, que cuenta con un vasto arsenal de armas y miles de combatientes curtidos en mil batallas, era más fuerte que el ejército libanés, y las autoridades del país tienen poco que decir -si es que tienen algo que decir- sobre las acciones del grupo.
Una crisis que se suma
Durante casi un año, mientras Hezbolá llevaba a cabo ataques transfronterizos casi diarios contra Israel, muchos fuera de su base de apoyo en Líbano temían que este país, que ya luchaba por recuperarse de años de crisis sucesivas, se viera arrastrado a un conflicto que no ha elegido librar.
La economía se ha hundido prácticamente, y el estancamiento político ha implicado que el país lleva casi dos años sin presidente.
Aquí aún se recuerda la última guerra entre Israel y Hezbolá, en 2006, cuando fueron arrasadas partes del sur de Líbano y Dahieh, la base del grupo en los suburbios del sur de Beirut.
A los rivales de Hezbolá no les decepcionará ver a un grupo debilitado que, según muchos, está centrado en defender sus propios intereses y los de su principal partidario, Irán.
Hezbolá es el grupo más poderoso del llamado «eje de la resistencia», una alianza de facciones de todo Medio Oriente apoyadas por Irán que también incluye a los hutíes en Yemen y a milicias en Irak y Siria.
Tener un Hezbolá fuerte en Líbano, justo al lado de Israel, siempre ha sido vital para Irán, como parte de su disuasión contra cualquier ataque israelí a sus instalaciones nucleares.
El lunes, ante un edificio del centro de Beirut alcanzado por un ataque israelí, un residente me dijo: «Estoy en contra de Israel, que nos está matando, pero estoy en contra de Irán, que también nos está matando».
Esto, obviamente, es rechazado por los partidarios de Hezbolá.
«Derramamos lágrimas de sangre por el ataque [israelí] contra Nasrallah, que Dios le conceda el paraíso… Es insustituible», dijo uno de ellos, tras verse obligado a huir de Dahieh.
«No tememos [a Israel]. Seguimos en pie».